Luis XVI convoca a los Estados Generales

Los Estados generales en la Francia del Antiguo Régimen. Eran asambleas convocadas por el rey de manera excepcional y su reunión solía significar la respuesta a una crisis política o financiera, que obligaba a conocer la opinión de los representantes de los principales poderes del país para confirmar una decisión real, particularmente en materia fiscal. A la que acudían representantes de los llamados tres estamentos: el clero, la nobleza,  y el campesinado, al que se unió la emergente clase burguesa (Tercer Estado).

Fueron creados en 1302 por el rey Felipe IV, después de que el papa Bonifacio VIII convocase al rey Felipe IV y al clero francés a un sínodo a celebrar en Roma, el 1 de noviembre de 1302, para definir sus relaciones y para juzgar al rey, bajo la acusación de abusos contra la iglesia. Los últimos Estados Generales fueron convocados por Luis XIII en 1614, y convocados de nuevo por Luis XVI en 1789, habiéndose reunido más de una treintena de veces en 487 años.

En 1789, el monarca Luis XVI se vio obligado a convocar a los Estados Generales, Se trató de una asamblea general extraordinaria convocada por el rey para encontrar una solución a la grave crisis financiera que padecía el país y la negativa de la nobleza y del clero de pagar impuestos. 

El 27 de diciembre de 1788, el Consejo de Estado decidió doblar el número de diputados del Tercer Estado, elegidos por los varones mayores de 25 años inscritos en las listas de contribuyentes del impuesto por cabeza llamado capitación. El Rey convocó los Estados Generales para el 18 de mayo de 1789 en Versalles, una asamblea que no se libró de controversias, dado que los representantes de los estamentos privilegiados se opusieron al nuevo sistema representativo, que doblaba el número de diputados del Tercer Estado.

Formalmente, el enfrentamiento se manifestó en el terreno de los votos. El rey era partidario del voto tradicionalista por órdenes. Sin embargo, los representantes del Tercer Estado eran partidarios del voto individual. Fue así como los privilegiados rechazaron inmediatamente la nueva propuesta, ya que la diferencia de número se haría notar (el Tercer Estado, al representar al pueblo llano, era más numeroso que los otros estamentos) y así podrían llegar a alcanzar la mayoría en los Estados Generales.

La asamblea tuvo lugar el  5 de mayo de 1789 en una sala acondicionada para la ocasión en el palacete de los Pequeños Placeres, de la Corte de Versalles. Estuvieron presentes 1.139 diputados: 291 pertenecen al clero, 270 a la nobleza, y 578 al Tercer Estado (este último representaba al 97% de la población). 

La sesión fue presidida por el rey Luis XVI, el clero se sentó a la derecha del trono, la nobleza a su izquierda, y el Tercer Estado enfrente. Los oradores fueron el rey, Charles de Paule de Barentin (segundo oficial del gobierno), y el ministro de hacienda, Jacques Necker.

El rey abrió la sesión con un discurso escueto y bien acogido por los diputados. El ministro Necker pronunció un discurso de dos horas y media. Con este discurso, los diputados se dieron cuenta. Que la situación financiera del reino era aún más desastrosa de lo que se pensaba. Y de que el gobierno estaba desorientado. Quedó entonces patente el motivo de la convocatoria de los Estados Generales: el grave déficit presupuestario. Pero el ministro no mencionó el problema que más preocupaba a los diputados. La votación por estamento o por cabeza. Lo que condicionaba la aprobación de cualquier reforma. ​

Los representantes (diputados) eran elegidos con un mandato de sus electores, y la orden del día se redactaba con base en los cuadernos de quejas, establecidos por los notables provinciales de los tres órdenes o estamentos. Las decisiones se tomaban por brazos, es decir, cada uno de éstos, tras las correspondientes deliberaciones, aportaba un voto.

Los cuadernos del clero y nobleza se aferraban a los privilegios. Pero pedían el fin del despilfarro, la regulación de las aduanas interiores, la libertad de prensa. Así como la reunión periódica de los Estados Generales.

Los del Tercer Estado iban más lejos al solicitar la libertad de expresión, la igualdad de los tres estamentos y la abolición del diezmo. Asimismo, los jornaleros pedían mejores salarios, los campesinos reclamaban tierras y protestaban contra el abuso de los nobles.

El sistema de voto utilizado era estamental: un voto contaba para cada una de las cámaras. Con lo que el clero y la nobleza, tradicionalmente aliados. No dejaban opción al Tercer Estado para que se oyese su voz. Lejos de tratar los asuntos para los que originalmente habían sido convocados, los diputados se enfrascaron durante largas sesiones en cuestiones de procedimiento. Los del Tercer Estado pidió sin éxito el voto por cabeza y que las reuniones tuviesen lugar en una misma sala. Y no por separado, a lo que se oponían los otros dos.

Ante la imposibilidad de llegar a acuerdos. El 17 de junio de 1789, los diputados del Tercer Estado, se constituyeron en Asamblea Nacional en el frontón de Versalles (Juego de la pelota). Juraron no disolverse hasta redactar una constitución para Francia “Juramento del Juego de la Pelota”. Dando así comienzo a la Revolución francesa.

Al convocar los Estados Generales, Luis XVI había decretado que el Tercer Estado tuviera tantos representantes como los otros dos estamentos juntos, pero había mantenido la institución del voto por Orden.

Y en este punto, cuya solución era capital tanto para la monarquía como para el Tercer Estado, era donde iba a estallar el conflicto. En aquellos momentos, no existía más que una fuerza capaz de unificar y defender todas las difusas reivindicaciones del pueblo: la burguesía.

Más que un partido, los reformadores o patriotas. Formaban un conjunto de hombres unidos por un mismo ideal de libertad. Por una profunda creencia en la necesidad de reformas.

Entre ellos, había muchas personas del Tercer Estado, como Brissot, un publicista al servicio del duque de Orleáns (jefe de la francmasonería, que hacía el papel de aristócrata ilustrado en la lucha contra el absolutismo), Barnave, abogado de Grenoble que había participado en los Estados de Vizille; Meunier, los bretones La Chapelier y Lanjuinais, el sabio Bailly, Petíon, Robespierre.

En cuanto a la nobleza, tenía también sus patriotas. Como el marqués de La Fayette, héroe de la guerra de América, el conde de Clermont-Tonnerre, el conde de Mirabeau (que sería elegido por el Tercer Estado), los duques de La Rochefoucauld y de Liancourt. Partidarios todos de una monarquía constitucional a la inglesa. Por último, los miembros del clero venían a aumentar sus filas, como por ejemplo Sieyés, autor de un virulento folleto sobre el Tercer Estado.

Mediante la publicación de folletos, y a través de los debates. Sostenidos en los clubs o en los cafés de la capital. Se realizó el lanzamiento y la difusión de todas las ideas. Críticas y aspiraciones de esta élite liberal.

Son estos burgueses, negociantes o miembros de las profesiones liberales, quienes representarán al Tercer Estado en los Estados Generales, formando una delegación unida, frente a una nobleza y un clero divididos.

En efecto, si los nobles liberales eran poco numerosos. El bajo clero, cuya hostilidad hacia los prelados ricos. No esperaba sino la ocasión de manifestarse, estaba muy fuertemente representado.

La historia continuará…

Abrazo grande para todos…

 

Fuentes:

La Revolución Francesa – Una nueva historia – Jean Clément Martin

Historia de la Revolución Francesa – M.A.Thiers

La Gran Revolución Francesa –  Piotr Kropotkin

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